sábado, 4 de marzo de 2017

El colegio desde aquí...

Sofía Hauffe
Egrasada. Promoción XXV


El colegio me brindó la oportunidad de descubrir el arte y fue para mí una forma de drenar las emociones y abstraerme del entorno, y por ello estoy sumamente agradecida



En el momento en que se me solicitó escribir los aspectos importantes aprendidos durante mi estadía en El Colegio Alemán se me presentó la mayor incógnita: ¿Qué llevo conmigo de aquellos días? Curiosamente me percaté que en julio de este año, mi Promoción, la XXV, cumple 9 años de graduados, y me di cuenta de que quizás las cosas no pasan por casualidad, que era momento de mirar hacia atrás y ver el camino recorrido, pero sobre todo de contemplar lo aprendido.


Estuve en el colegio durante 13 años, entrando en kínder y fue quizás uno de los mayores cambios. El salir del hogar a conocer a un montón de niños con costumbres y conductas diferentes, eso desató en mí el deseo constante de comunicarme con todos en todo momento; pero de inmediato comencé a conocer  las normas y el respeto a estas. 

Luego el paso a la primaria, las normas y las reglas cambian, se intensifican.  Aumentaron también las caras nuevas y los grandes amigos. Sin embargo no todo fue color de rosa, estos tiempos a su vez fueron días de despedidas dolorosas pero que dejan un grato recuerdo guardado en ese lugar especial de la memoria; fue aprender a seguir adelante con la cotidianidad y fortalecer la amistad con los que se quedan.

Durante este tiempo el colegio me brindó la oportunidad de descubrir el arte y fue para mí una forma de drenar las emociones y abstraerme del entorno; fue adentrarme de una nueva manera en el mundo de la fantasía, y por ello estoy sumamente agradecida.

A su vez vivimos el choque de lo que fue para nosotros la atomización de la amistad, nos separaron y mezclaron los grupos que tenían ya tiempo constituidos. Fue la rabia de desconocer por qué era tan grave tener grandes amigos y hacerlo todo en conjunto; no obstante aprendimos que debíamos adaptarnos a los nuevos cambios, que no todo era tan malo, pues siempre había momentos que nos ayudarían a seguir fortaleciendo los lazos que hasta la fecha siguen existiendo.

Llegó el bachillerato y el tiempo en que todo cambió, sufrimos el rigor de la adolescencia.  En todos afloró el espíritu de la rebeldía, el ignorar las normas y aplacar el carácter. Fue también el tiempo en que la antipatía hormonal se apodera de los adolescentes y solo los hábiles docentes del colegio fueron capaces de mostrarnos que siempre hay una mejor manera de relacionarnos y que la tolerancia es la herramienta más adecuada para la convivencia. Valor que sé que todos mis compañeros y yo adoptamos para el resto de nuestras vidas.

El paso por el colegio, dejó entonces en mí y considero que en mi grupo en general, tres aspectos determinantes para nuestras vidas:
·       Las normas como la mejor  manera de saber lo que se nos está permitido en todos los círculos sociales y para la coexistencia.
·         La amistad que nos une y que nos ha brindado soporte en los momentos difíciles como las pérdidas; el apoyo incondicional, el consejo solidario o hasta la reprimenda y la confrontación si es necesario.
·         La tolerancia como la mejor manera de poder convivir en armonía con la sociedad y con nuestro entono, siendo primordialmente tolerante con uno mismo; permitiéndonos ser aceptados tal cual somos.

Sólo me resta decir Gracias.

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